Oscar Müller Creel

  • Oscar Müller Creel
    Oscar Müller es Doctor en Derecho y tiene el grado de Maestro en Administración de Justicia y candidato a maestro en periodismo. Es originario de la ciudad de Chihuahua, México. Es colaborador en Radio Claret América de  Chicago Illinois, en temas de Derechos Humanos y Administración de Justicia y sus columnas de opinión se han publicado en el periódico Hoy del grupo Tribune Publishing Company de Chicago Illinois EUA, la cadena noticiosa Hispanic Digital Network de CISION, así como en el Heraldo de Chihuahua del grupo Organización Editorial Mexicana. Ha escrito libros sobre Derechos Humanos y Ética del Abogado, así como artículos científicos en Universidades de México, Colombia y España. Correo: [email protected]
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Nuestro puente de piedra….

En 1872 el líder anarquista Mijail Bakunin advirtió a Karl Marx de que si los comunistas  llegaban al poder serían tan represores como aristocracia a la que sustituían. (Ken Follet)  

Por Oscar Müller. En aquel grupo de personas, que solo se componía de 34 miembros, el invierno anterior habían muerto dos niños y tres mayores. La cueva en la que vivían se encontraba orientada hacia el sur y para poder acceder a ella había que subir por un acantilado de 60 pies, a través una estrecha vereda; su orientación, permitía que, en la temporada fría, el sol pegase durante buena parte del día en la oquedad, que también había sido protegida con bardas de piedra que les defendían ante un eventual ataque de otra tribu y ayudaban a conservar el calor de los fuegos que encendían en el interior. La vida era dura, en esa etapa, la humanidad no concia aún la domesticación de animales o plantas, por lo que vivían de la caza y la recolección y, para esta tribu en particular, esto era difícil, púes las estepas en que realizaban esas actividades, estaban más allá del acantilado, en cuyo fondo corría un ancho arroyo que siempre tenían que cruzar mojándose los pies, esto era una fuerte incomodidad y además causa de enfermedades en el invierno. En una ocasión, uno de ellos tuvo la ocurrencia de arrojar en el arroyo una piedra grande y lisa y se percató que podía pararse sobre ella sin mojarse los pies, por lo que busco otra piedra similar y repitió el proceso, hasta llegar al otro lado del arroyo. Cuando los demás miembros de la tribu comprendieron la ventaja que significaba el cruzar por aquel puente de piedras, todos empezaron a utilizarlo. No había transcurrido una semana, cuando surgió un conflicto: uno de ellos se disponía a cruzar el puente hacía los terrenos de recolección, cuando se percató que del otro lado venían dos de sus compañeros cargando una pieza de caza; aquél comprendió que debía darle el pase a quienes llegaban, dado que la tribu requería de ese alimento. Así se fueron formando las costumbres: el arroyo se cruzaba por el puente de piedra, si este sufría alguna avería, todos contribuían a arreglarlo, pues había adquirido una gran importancia para la tribu y les facilitaba la vida y quienes llegaban de las estepas, tenían preferencia de paso respecto de los que se dirigían hacia allá. Costumbres simples, pero que para aquella comunidad se habían convertido en pautas de conducta elementales, por la importancia que tenían para la vida de la comunidad. En ocasiones anteriores he comentado el daño que causa el discurso político fomentando el odio y el miedo hacia los hispanos. Las consecuenciassurgen en todos los ámbitos sociales, desde las escuelas hasta las manifestaciones públicas, y se que cualquiera de mis amables lectores recordará de inmediato algún incidente de discriminación que ha sufrido en lo personal o alguna persona allegada. Creo que ha llegado el momento en que los ciudadanos en el país y en el extranjero, y en especial quienes viven en la hermosa ciudad de los vientos, deben transformarse y volverse ejemplos de civilidad, para paliar los efectos del odio y miedo que se ha sembrado en la sociedad. ¡A la tierra que fueres, haz lo que vieres! Dice el viejo refrán, lleno de la sabiduría popular nacida de la propia convivencia social, si se vive inserto en una sociedad, es necesario que nuestro actuar se ajuste a las costumbres de esta; sin perder, en la vida privada la hermosa cultura latina de donde venimos. Traer la música a todo volumen en el vehículo con las ventanas abiertas, no te hace más mexicano, te hace desagradable a los demás. Dejar el carrito del supermercado en el estacionamiento, es romper una regla de convivencia que molesta a todos. El patio de tu casa, lleno de trastos, te vuelve un mal vecino, al igual que el tener el volumen de la música alto, aunque sea fin de semana. Es hora de meditar sobre nuestros malos hábitos, para cambiar y demostrar la valía de los hispanos y cerrar la boca a todos aquellos que comparten el discurso de odio que esta gangrenando a la sociedad norteamericana. Piense estimado lector ¿cómo tomaría la tribu, que describí al inicio de este artículo, la conducta de un forastero que no respetase el paso por el puente de piedra, o que no ayudase a reparar los daños que este sufriera, o peor aún, que lo deteriorase por descuido o intencionalmente? Evidentemente sería visto como alguien que estaba perturbando la convivencia social y, muy posiblemente, expulsado de la tribu. Un afectuoso saludo a Chicago.

El domingo dos de junio, se van a llevar a cabo elecciones en México. Tú participación es muy importante, pues la democracia se construye con un voto a la vez y es la herramienta con la que contamos para lograr un mejor México. Nuestros paisanos en el extranjero tienen ahora una gran decisión para lograr que quienes continuamos nuestro país podamos ir reconstruyendo la gran nación que hemos heredado.